Todo comenzó cuando me dijeron que -a la fuerza- tenía que abrir un blog para practicar mi libertad de expresión. Lo primero que me dije fue: "¡Claro, como si el tiempo me sobrara!". Lo segundo que pasó por mi a veces loca cabezilla tiene que ver con el tema de hoy; es que no sabía si iba a tener algo que decir TODOS los días. Terrible situación.
¿Cómo una persona que vive, comparte, recibe hiper abundante información a cada mili segundo no iba a tener algo que decir todos los días?
Muchas veces nos callamos, muchas veces gritamos, otras, hablamos bajito. Generalmente yo hablo fuerte y hablo harto pero cuando me siento mejor es cuando callo.
El silencio no sólo es un símbolo de quietud, calma y soledad (como los shuper poetas lo han utilizado en su verborreíca retórica) sino que el silencio es el único lugar o tiempo en dónde traspasamos los límites que impone la sociedad.
El ver, escuchar o decir está todo segmentado y abarcado por ideas hegemónicas. La verdadera libertad está en aquello que no se ha dicho, aquello que traspasa las duras y maquiavélicas cadenas culturales y sociales. Lo que no es dicho y lo que no se puede decir es SIEMPRE idea de otro. Todo ha sido dicho alguna vez.
Sin duda, cuando callo, encuentro la trasendencia.
Si no tengo algo que decir todos los días no es por falta de interés o de ganas o de conocimientos o de información o de costumbre, el no callar cohartaría mi libertad de expresión.
sábado, 22 de noviembre de 2008
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